En el Nuevo Testamento el liderazgo lo ejercían colectivamente el grupo de ancianos de una iglesia que eran los líderes bajo la dirección del Espíritu Santo. Un hombre no era responsable por hacerlo todo, y así es como debiera ser. El pastor no es el profesional que corre de un lado para otro con una caja de herramientas eclesiásticas solucionando problemas, temiendo que aparezca el siguiente o que alguna rueda de la maquinaria necesite ser engrasada.
Al anciano también se llama “obispo” en el Nuevo Testamento. Anciano hace hincapié en el título y obispo, que significa “sobreveedor”, se refiere a la tarea. Él cuida del rebaño. El Nuevo Testamento lo describe como un ministerio espiritual que tiene que ver con dos cosas: La oración y la enseñanza de la Palabra de Dios.
La toma de decisiones
Los ancianos que gobiernan la iglesia local son en última instancia y primariamente responsables ante Cristo, no ante la congregación o ante algún concilio. Primera Timoteo 5:17 dice: “los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar”. Un anciano no está necesariamente involucrado en la enseñanza de doctrina; hay otras capacidades en el diseño del Espíritu.
Todos los ancianos, sin embargo, son responsables de tomar decisiones después de orar y de estudiar la Biblia, a fin de que las decisiones sean tomadas con la mente de Cristo y en el poder del Espíritu. Solo entonces pueden ellos dirigir a la iglesia con efectos positivos para toda la congregación. Gobernar como un anciano es un llamamiento elevado.
Como ya indiqué anteriormente, en Grace Community Church estamos comprometidos con el principio de que cuando hay que tomar decisiones, éstas se tomen por unanimidad por hombres que tienen la mente de Cristo (cp. 1 Co. 2:16). Se toman mediante consentimiento común después de orar, de estudiar la Biblia, y a veces después de ayunar. Entonces de una forma unificada se encuentran en condiciones de tratar los problemas en la iglesia.
Defender
Tito 1:9-11 dice que el anciano debiera ser un “retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sansa enseñanza y convencer a los que contradicen. Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene”. Los ancianos están llamados a mantener lejos de la iglesia a los falsos maestros.
Disciplinar
Los ancianos tienen también como tarea disciplinar los cristianos que caen en el error doctrinal. Segunda Timoteo 2:17-18 habla de la enseñanza destructiva de “Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”. La presencia de herejes en la iglesia es un problema serio que hay que procurar resolverlo.
Primera Timoteo 1:20 nos dice cómo lidió Pablo con la situación creada por dos hombres: “De los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar”. Cuando una persona enseña errores doctrinales, hay que separarlo del compañerismo de la iglesia hasta que esté dispuesto a abandonar su error. Entonces Dios puede empezar a restaurarlo.
Los ancianos fueron ordenados en cada ciudad donde había una iglesia (Tit. 1:5). Fueron elegidos entre los miembros de la congregación. Estoy convencido de que una iglesia es más fuerte cuando el liderazgo surge de entre sus propios miembros. Los ancianos que son escogidos han sido habilitados por el Espíritu Santo y están preparados para servir en la iglesia local.
La más alta posición de autoridad en la iglesia le corresponde a los ancianos, quienes gobiernan bajo Cristo como pastores delegados (1 P. 5:2-4). Los ancianos son responsables de la enseñanza de la doctrina, de la administración, de la disciplina, de la protección del rebaño, de orar por las ovejas y de estudiar la Palabra de Dios. Tienen que responder ante Cristo por sus ministerios.
Extraído del libro, “El plan del Señor para la iglesia” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.